Al atar, lo hacemos proféticamente, es decir, declaramos la palabra de fe para que ocurra, porque esto debilita el poder satánico. Por ejemplo, donde hace falta unidad, declaramos: “La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento…” (Fil. 4:7).
Donde hay odio, desatamos “amor”, donde hay muerte desatamos “vida”, – esto es profetizar. En Ez. 37, el profeta profetiza a los huesos secos.
El acto de atar impide los ataques del enemigo.
El acto de desatar libera o invita a que la voluntad de Dios penetre porque Dios ha querido que se realice
mediante la oración de petición.